miércoles, 21 de enero de 2015

LAS PASIONES

                                                         
                                     IRA

En el Eneagrama la ira se define como una actitud de reacción contra lo que nos presenta la realidad, cuando ésta se percibe como imperfecta. Representa a personas que están al servicio del bien, la ética, la virtud y de todo lo que ellos consideran correcto y apropiado, tratando de ensalzar la moral en cualquier esfera de la vida en la que se desenvuelven. Debido a ello experimentan la ira como una actitud de intolerancia y crítica y la viven más bien dentro de una atmósfera de resentimiento que no tanto de hostilidad.

Esta reacción no es simplemente un rechazo a cómo son las cosas sino también un contundente esfuerzo por conseguir cambiarlas para que sean como creen que deberían ser, tratando de corregir los fallos que perciben, tanto en los demás como en ellos mismos. A menudo con las sensación interna de que si todo fuera perfecto, por fin se podrían relajar.

Independientemente del contenido, se trata de un diálogo interno con un tono permanente de evaluación y juicio, y el uso frecuente de palabras como deberías y tendrías, que cuando evalúa como son las cosas las compara con su ideal de cómo deberían ser. Muchos de nosotros tenemos este tipo de diálogo habitualmente, y normalmente tratamos de calmarlo, pero su verdadero poder reside en el hecho de que creemos que sus juicios son acertados.

Este es nuestro crítico interno, cuya función principal, como parte de la estructura de nuestra personalidad, es evaluar si somos adecuados, así como calcular nuestras acciones, y criticar, reprochar, castigar, o elogiar lo que observa.

Esta mecanismo de personalidad coincide con el súper-yo que conceptualizó Freud. Como supervisor del ego, el trabajo del súper-yo es inspeccionar y evaluar la persona, asegurándose de que se dirige hacia los valores y principios que se consideran ideales.

Cuando violamos los estándares del súper-ego, basados en el yo ideal, transmitido por nuestros mayores, experimentamos vergüenza o culpa. De la misma manera que  cuando nuestro súper-ego nos elogia, sentimos una sensación de orgullo y se eleva nuestra autoestima. Pero en cualquier caso se trata de una valoración sujeta a un juicio, no tiene en cuenta nuestra verdadera esencia, la cual es inherentemente buena.

 Al mismo tiempo, es importante tener en cuenta que no todos los sentimientos positivos o negativos hacia nosotros mismos están basados en las evaluaciones del súper-ego, sólo aquellos en los que está presente el juicio y evaluación. En realidad no necesitamos ser juzgados para sentirnos bien, sólo ser nosotros mismos, porque eso ya está "perfectamente correcto".











                                                 LUJURIA

El aspecto más intratable de nosotros mismos con el que tenemos que lidiar es la parte animal de nuestra psique, cuya preocupación principal es nuestra supervivencia física, y cuyo interés radica solamente en el placer y la gratificación de impulsos y deseos, independientemente de las consecuencias que resulten para otros o incluso para nosotros mismos.
Este aspecto está en el corazón de la estructura del ego, y se trata de una fuerza impulsiva oculta y habitualmente desconocida en la vida de muchas personas.
Normalmente nos identificamos con nuestra superficie, con nuestra forma física, mientras que la parte interior de nuestra alma queda perdida en el inconsciente, por lo tanto nuestra identificación consciente es en mayor medida con el cuerpo y con sus impulsos e imperativos biológicos. Esta orientación materialista, que hoy consideramos normal, es el legado de siglos de disociación entre cuerpo y espíritu.
Entonces, puesto que nuestro sentido de quién somos está decididamente enraizado en el cuerpo, nuestra alma experimenta una sensación interna de vacío, y esta sensación se manifiesta en la forma de la pasión del eneatipo Ocho, la lujuria.
En el eneagrama, el significado de la palabra lujuria está relacionado con una insaciable ansia y anhelo por llenar ese vacío, una pasión por el exceso, o un excesivo apasionamiento en el cual la gratificación sexual es sólo una posibilidad más. Es un impulso por tener, por consumir, por saciar y saturarnos con sensaciones físicas, algo que caracteriza a este eneatipo pero que es común a todos nosotros. Y puesto que este vacío sólo se puede llenar a través de una gratificación sensual es evidente que nuestra atención estará desviada hacia aquello que está más allá de nuestro cuerpo.
De este modo la perspectiva del Ocho se dirige principalmente a satisfacer sus impulsos, y cualquier obstáculo como son las convenciones sociales o formalidades pueden ser consideradas absurdas y superfluas, y las demás personas simplemente ser tenidas en cuenta como una fuente de gratificación.
El concepto de alma animal es central en esta pasión, es como la expresión de un impulso de energía interior que atraviesa los velos de la estructura de la personalidad y se manifiesta en nuestras sensaciones y en nuestra conducta. Típicamente se muestra en los Ocho cuando observamos que están llenos de entusiasmo, intensidad, impulsividad, y que acostumbran a ser más espontáneos y menos inhibidos que los otros tipos.
Sin embargo, es central en el Ocho el asumir que no tienen el derecho a que sus deseos sean gratificados, que los demás pueden querer privarlos, que esta energía libidinal y agresiva es mala y no aceptable. Como dice Claudio Naranjo: debemos considerar que lujuria es más que hedonismo. Hay en la lujuria no sólo placer, sino placer en afirmar la satisfacción de los impulsos, placer en lo prohibido y, particularmente, placer en la lucha por el placer….
….. La intensidad extra, la excitación extra, la especia, no viene sólo de la satisfacción instintiva, sino de una lucha y de un triunfo implícito.










                                          PEREZA

El hombre está dormido, este es el principio de todas las tradiciones espirituales, es por lo cual la realización espiritual suele llamarse despertar. Aquí la pasión de pereza se refiere, no a ser reacio a moverse o hacer cosas, sino a un impulso a poner la atención fuera de uno mismo, en el mundo exterior y en la vida de los demás. Y esto da como resultado que la propia vida interior parezca algo poco importante, tanto como para uno mismo como para los demás.
Atraídos por el camino de la menor resistencia, tratamos de evitar el cuestionarnos demasiado las cosas, con una preferencia por las cosas fáciles, sin conflictos, y que no demanden mucha asertividad. La motivación inconsciente es permanecer en la superficie de la experiencia.


El punto Nueve del eneagrama es considerado el punto primario, en el cual los demás eneatipos se reflejan, y su pasión, la pereza, la más central. Esta pereza apunta sobre la tendencia en la mayoría de la humanidad a no reconocer que gran parte del mundo que vivimos es una realidad auto-impuesta, que poco tiene que ver con las cosas como realmente son. Experimentamos el mundo a través de los filtros de nuestros condicionamientos, establecidos mayormente durante la infancia, y nos movemos por la vida como en un trance, inconscientes de que hay más vida de la que experimentamos. Y los demás eneatipos son variaciones de cómo tratamos de compensar esta falta de conexión.


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